Contemplando nuestro sigloXXI

Los conceptos de paz y guerra han cambiado

OPINIÓN / Partiendo de la premisa bien sabida de que la democracia es el gobierno de la mayoría, llegamos a la conclusión de que esa ‘mayoría’ ha salido de las urnas

Contemplando nuestro siglo XXI, al menos hemos de reconsiderar que los conceptos de paz y guerra han cambiado: guerra es o era ausencia de paz; paz es o era ausencia de guerra. Mas comprendemos todos que en las naciones donde hay paz, pero que no se respetan los derechos humanos, están en una continua guerra: la guerra del hambre que les conduce a sus pobladores a la pronta muerte cuando aún son todavía niños?

En las naciones donde hay paz, pero no respetan los derechos humanos, están en una continua guerra: la guerra del hambre que conduce a sus pobladores a la pronta muerte cuando aún son todavía niños

Sin embargo no podemos ni debemos olvidar la existencia de enfermos de sida (virus de la inmunodeficiencia humana) en el mundo entero y, principalmente, en países africanos. Esta enfermedad es contagiosa por vía sexual, sino se toman las medidas pertinentes al respecto y, de alguna manera, causa miles de muertes todos los días del año. Puede decirse, y lo digo, que, también, miles de niños -ángeles del cielo- pierden sus vidas al poco de nacer, y no precisamente por efecto de las bombas, pistolas y balas correspondientes. Pierden sus vidas -esperanzas del mañana- por carecer de medios económicos y fármacos necesarios que, al nacer, deberían de tomar para para convertir sus padecimientos en crónicos, con cierta calidad de supervivencia. Por tanto, nos encontramos con muchos países que, no estando en guerra, también fallecen teniendo paz.

Si existen gentes (personas) en los prolegómenos del siglo XXI que mueren de y por hambre, que no pueden estudiar por ser pobres, o que no tienen unas tristes viviendas donde cobijarse, o que son perseguidos por sus creencias religiosas, o que se visten de la misma manera haga frio o calor, o que cuando emite su propia luz el Sol sólo ven sombras, o que conviven siempre junto al dolor sin haber experimentado el placer de vivir?, entonces hemos de convenir que aquellas aunque en paz, siempre llevan sus corazones viviendo en guerra: la guerra de sus sufrimientos.

Partiendo de la premisa bien sabida -por todos nosotros- que la democracia es el gobierno de la mayoría, llegamos a la conclusión de que esa ‘mayoría’ ha salido de las urnas -votos de mujeres y hombres mayores edad: con dieciocho años cumplidos-, y como consecuencia los gobiernos no pueden dirigir los países a su antojo (Hitler -ese enfermizo y lunático hombre político, quien más tarde se convirtió en uno de los mayores dictadores que han existido en la faz de la tierra- llegó al poder por el pacto de la mayoría: mediante las urnas y los pactos: urnas y votos, pactos y votos).

Se trata de que los seres humanos vivamos todos al unísono cumpliendo con las leyes, y respetando a los gobernantes salidos democráticamente de las urnas, y de que estos últimos sepan desarrollar los derechos humanos inherentes a cualquier persona? desde su nacimiento, así como establecer una justicia social equitativa: si así lo hacen, sin duda, contribuirán a que los ciudadanos del cualquier país sientan que viven dentro de un mundo civilizado.

Existen personas en los prolegómenos del siglo XXI que mueren de hambre, no pueden estudiar, no tienen unas tristes viviendas donde cobijarse, o son perseguidos por sus creencias religiosas

La existencia de discontinuidades no nos puede alejar de la realidad, del progreso, de la modernización, del bienestar común? que viven las gentes, aunque éstos no llegan a todo el mundo. Nuestra forma de vida -en el siglo XXI- es desigual a la forma de vida de edades anteriores [recordando aquello de que «(?) cualquiera tiempo pasado fue mejor, Coplas por la muerte de su padre, Jorge Manrique (1440-1475)»], y pocos (por algunos) de los que vivimos en las actuales democracias, que censuramos según los progresos conseguidos, desearíamos residir en uno de los muchos países atrasados del Tercer Mundo para ayudar a esas pobres gentes, que hacen de sus vidas un puro y duro sufrimiento. Sí es cierto, y lo reconozco, que la modernización está permitiendo -en cierto modo- que la maldad de los hombres haya llegado a cotas de perversidad -siempre he dicho y se ha dicho que ?el hombre es una fiera contra el hombre, porque los animales matan para alimentarse, pero los seres humanos matamos y torturamos por el mero placer de torturar y matar…»- sorprendentes, y hasta ponemos en duda el progreso moral humano tan necesario para la convivencia entre los pueblos?

La historia siempre se repite? para mal de muchos y bien de unos pocos privilegiados, que comercian con el hambre y la miseria de la mayoría de los pobladores de la tierra. Es duro lo que digo, pero no por eso menos cierto. Los seres humanos no escarmentamos nunca: tuvimos una amarga experiencia durante la pasada II Guerra Mundial, de muertes y horrores sin parangón alguno, y, parece ser, que no hemos sacado una enseñanza firme y duradera: ni en lo económico ni en lo político, ni en lo humano… Ha sido el más grave de los conflictos bélicos que refleja la Historia Universal hasta nuestros días.

Miles de documentos internos del Ejército de EE.UU. han sido divulgados por la página de Internet WikiLeaks, los cuales, y como secretos a voces, han puesto al descubierto las supuestas atrocidades, abusos, torturas, ejecuciones? cometidos durante la Guerra de Irak por las tropas aliadas, así como por el Ejército iraquí con el beneplácito de los EE.UU. -sus tropas-. Washington esperaba que no se descubriesen tales comportamientos presuntamente delictivos, pero gracias a Internet (web de ?WiKiLeasks?) han saltado a la luz del día.

Es triste reconocer que nosotros los humanos ?seres creados por el Dios, el todas las religiones? llevamos dentro de nuestros corazones odio y venganza negra, que repartimos sin que nuestras conciencias sientan estupor o pánico de lo que podemos ser capaces de cometer contra nuestros hermanos en el mundo entero.

Se trata de que los seres humanos respetemos a los gobernantes salidos democráticamente de las urnas, y de que estos últimos sepan desarrollar los derechos humanos inherentes a cualquier persona

Y es que siempre se ha hablado de los Derechos Humanos como algo fundamental e inherente a la persona humana. Éstos habría que respetarlos y hacerlos cumplir a rajatabla, pero uno se pregunta qué… ¿quién lo haría? Cuando Saddam Husein cometió crímenes de guerra ?estando en el poder? ningún escritor árabe/musulmán fue capaz de alzar su palabra, opinión o comentario en contra de aquéllos. Existen muy buenos y competentes escritores de nacimiento árabe/musulmán. Lo mismo ocurrió cuando los atentados del 11-S en Nueva York ?dirigidos por Osama Bin Ladem ?, que golpearon con inmensa fuerza el corazón ?esa seguridad del espacio aéreo de la que hacían gala las Fuerzas Armas americanas? de los Estados Unidos de América. Poco o nada hablamos de los crímenes que se cometen en Ruanda, o las torturas y malos tratos que se llevaron a cabo en Irak por parte de EE.UU. e Inglaterra. (No olvidemos esos ‘Cuerpos desnudos hacinados, disparos indiscriminados, convivencias en las mazmorras con los propios excrementos, cubrimientos de cabezas -¿violaciones?-, son hechos consumados sobre prisioneros de guerra en la cárcel iraquí de Abu Ghraib. Bajo estas mismas condiciones infrahumanas -aplicadas en la base cubana de Guantánamo también- los prisioneros -sean o no sean terroristas- acabarán sus vidas con sus mentes al borde de la locura. Y es que más allá del dolor existe el miedo, miedo a morir, miedo a perder la cabeza».)

No puedo olvidar, ni por un momento, lo que Martin Luther King manifestó: «Nuestra generación no se lamentará tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos».

La Coruña, 28 de noviembre de 2011
Mariano Cabrero Bárcena es escritor

El hombre viejo en el dolor

El hombre viejo en el dolor
OPINIÓN / A medida que me hago viejo he podido observar que nos estamos volviendo conformistas, y damos por bueno que mucha gente mienta, estafe, robe, difame y niegue

A medida que me hago viejo, la vida me ha enseñado muchísimas cosas estupendas, y una muy importante: escuchar y saber respetar a los demás, sus ideas, sus sentimientos, amores y desamores: la vida misma que les pertenece son las luces y las sombras que llevamos todos en el interior de nuestros corazones. He tratado de no mentir, aunque uno lo haría en dos casos muy concretos: a) para salvar la vida de un ser humano, y b) para elogiar la belleza de una mujer –parto de la base que para uno existen tan sólo mujeres menos guapas, pues toda mujer tiene su encanto-.

Pero qué gran grandeza de corazón tienen las personas que aman a las mujeres, y qué sentimientos más humanos poseen los que logran salvar la vida de cualquier ser humano: no soy partidario de la pena de muerte, y mis ojos miran a las mujeres llorando lágrimas de invierno.

A medida que me hago viejo (me duele el cuerpo todos los días), he podido ver y comprobar cómo excesiva gente cree tener derecho a todo: los escritores/as a que se publiquen sus obras (en realidad es un derecho que no se puede negar a nadie), pero deben contar con el beneplácito de los editores. Los políticos españoles (pues supongo que los de otras nacionalidades harán lo propio, y a las pruebas me remito: Grecia, Italia, Irlanda…) que se marcan sus propios sueldos, no comprendiendo uno de dónde sacan ese derecho, y que se marchan de rositas con sus bolsillos llenos de euros, después de que sigue uno siendo testigo de tantos abusos cometidos por algunos ediles (¿todos ellos han pasado a la cárcel?) que han tenido que dimitir, habiendo tenido las manos libres del control estatal, que debía haber habido… Y que, aun así, los ciudadanos españoles hemos acudido a votar el pasado 20N.

“Todo esto pasa en el mundo de la política, pero está también alcanzado al mundo empresarial, al de los periodistas, al de los escritores, al de los policías, al de los compañeros de trabajo”

A medida que me hago viejo (me duele el cuerpo todos los días), he podido observar… que nos estamos volviendo conformistas, y damos por bueno que mucha gente mienta, estafe, robe, difame y niegue las evidencias de los hechos consumados. Todo esto pasa en el mundo de la política, pero está también alcanzado al mundo empresarial, al de los periodistas, al de los escritores, al de los policías, al de los compañeros de trabajo y al mundo de los propios vecinos.

A medida que me hago viejo (me duele el cuerpo todos los días), se va uno acordando de muchas cosas que ya pasaron, pero que es bueno recordar: John Edgar Hoover, quien fue director del FBI, se dedicó a espiar -a diestra y siniestra- a numerosas personas, incluyendo a los homosexuales por el hecho de serlo (los homosexuales son personas como todos nosotros, y creados por el Dios de todas las religiones…): todos sabemos que presuntamente estuvo conyugalmente unido a su director adjunto, Clyde Tolson.

Historias de amor existen muchas, indudablemente que sí, pero cuando uno ha cumplido más de sesenta años se puede morir de y por amor. Recuerdo a dos personas, ella de 60 y él de 64, que se habían amado como nadie se ama en esta vida: con ternura, con delicadeza, con sentimiento… Al poco tiempo ella se enfermó de… cáncer de pulmón –esa terrible enfermedad que todos llevamos dentro, y que aparece cuando menos la esperamos–, aunque nunca fumó. Su vida se esfumó a los cuatro meses, ni un día más. Él estaba destrozado, pues su semblante así lo expresaba: pasados dos meses falleció como consecuencia de un paro cardíaco. Su corazón había expulsado sangre de amor por los cuatro costados.

Siempre me pregunté por qué fue tan rápida aquella muerte: posiblemente aquel hombre terriblemente enamorado de su mujer no supo ni quiso seguir viviendo con su dolor insufrible, y dijo: «¡Basta ya! Me voy… porque he perdido una parte de mi cuerpo. Eran más de cuarenta y cinco años de convivencia y armonía».

“El problema reside en nosotros mismos, pues pensamos que el dinero, el poder y los distintos placeres serán los que nos libren de preocupaciones: nada más lejos”

Antes de morir, nuestro hombre en cuestión, había expresado a una enfermera de turno de guardia: «El llegar a ser anciano no tiene porqué convertirse en un camino sombrío, en un trayecto penoso. Pero lo cierto es que, en nuestra civilización actual -por así llamarla, pues en muchas ocasiones damos muestras inequívocas de estar poco civilizados…- la vejez la estamos transformando en un problema emocional -nubes emocionales vestidas siempre de lutos-. Y es que muchas familias tienden a aparcar -como si de coches chatarra se tratasen- a sus más queridos seres -viejos- en cualesquiera residencias, donde los sentimientos humanos se transforman en piedras de granitos arcaicas, donde las ilusiones desaparecen todos los días cuando se acuesta la luna. Y esto ocurre cuando las personas mayores saben, mejor que nadie, qué es importante en la vida, qué es accesorio, qué merece la pena hacer o desarrollar, qué amor es el verdadero y cuál es el falso…».

Pongamos en suerte el arte de comunicar, conversar, etc., que parece haber sido olvidado últimamente de la faz de la tierra. El problema reside en nosotros mismos, pues pensamos que el dinero, el poder y los distintos placeres –que la propia vida nos pone al alcance de la mano–, serán los que nos libren de preocupaciones: nada más lejos. Uno piensa que el amor ni se compra ni se vende: se siente. Si no es así, no es verdadero amor. Quizá uno, tú, todos… seamos nuestros peores enemigos y estamos fomentando la posesión de corazones muertos (por corazones vacantes), los cuales nunca jamás darán la felicidad a nuestros semejantes.

Y dado que la violencia engendra violencia, y es el plato de cada día en televisión, hemos de desterrarla –en la medida de lo posible– dentro de nuestra ‘pequeña pantalla’, dentro de los campos de fútbol, dentro de nuestro trabajo… dentro de nuestra cotidiana vida. Porque… Ashley Montagu –antropólogo- señaló: «Aprender a hablar cuesta muchos meses. Aprender a amar puede costar años. Ningún ser humano nace con impulsos hostiles o violentos, y nadie se vuelve hostil o violento sin tomarse el tiempo necesario para aprenderlo». Nuestra cotidiana vida, hoy en día, es una amplia escuela de violencia, que hemos de digerir para no sembrar semillas de violencia.

Debe haber permisividad hacia la conducta humana, hacia el cine, televisión, pero hasta esa frontera que separa el bien del mal. Vaclav Havel (político y dramaturgo) dejó escrito: «La tolerancia empieza a ser una debilidad cuando el hombre comienza a tolerar cosas intolerables, cuando empieza a tolerar el mal». «Desgraciadamente no hay computador ni matemático que pueda fijar la frontera (…)». A medida que me hago viejo siempre estoy recordando lo que dejó escrito, Enrique Lacordaire: «A medida que me hago viejo, veo cuán necesario es que los superiores den ejemplo y no hagan lo que no permitirían hacer a los demás». «El hombre viejo en el dolor», estupenda pintura de Vicente van Gogh.

La Coruña, 25 de noviembre de 2011

Mariano Cabrero Bárcena es escritor

Google / Imágenes/“El hombre viejo en el dolor”, de Vincent van Gogh

Nuestro cerebro del que tan poco sabemos

El cerebro humano

El mundo desconocido de nuestro cerebro...

Converso con mi pensamiento, y él me dice: “¿Para qué sirve tanta riqueza en nuestras manos?” Si la riqueza fomenta compasión, uno desea ser pobre; si la pobreza genera odio, uno desea ser rico. Y es que el hombre es insaciable en cuanto a la posesión de riquezas (por bienes terrenales). “El dinero es como el abono que se echa a la tierra: de nada sirve si no se extiende”, dejó escrito Francis Bacon (pintor).

La sociedad que nos ha tocado vivir ( ¿ esa maravillosa democracia española, qué nos habla del estado de bienestar para todos, qué nos habla de la igualdad de oportunidades, qué nos habla de viviendas asequibles para nuestra juventud…?) ha “roto aguas”, y ha relegado a las personas longevas, única y exclusivamente, para que emitan su voto cada cuatro años…: a lo sumo ha construido pocas residencias-jaulas de soledad-donde podemos ir a morir, y, desde luego, ser olvidados por propios y/o extraños. Eso sí, para morir con tranquilidad, llevando sobre nuestras espaldas sacos pesados con tierras cargadas de olvidos, penas y sinsabores.

Estamos en un mundo presos del miedo y la no comunicación. Nos hace falta llorar, nos hace falta reír, nos hace falta comunicarnos…Nuestras penas y nuestras alegrías, pero comunicarnos. Por esto, sin duda, nos pasamos la vida “Mendigando humanidad”. Hagamos que nuestros semejantes sean hermanos nuestros. Nuestro cerebro del que tan poco sabemos es, sin duda, ‘la caja negra’ que transmite miles de órdenes a nuestro corazón, que riega la sangre necesaria para que podamos respirar, comer y dormir todos los días del Señor.

Pues si un doctor en Medicina nos proporciona el bienestar del cuerpo, el equilibrio emocional, y, al mismo tiempo, nos mitiga la violencia de algunas enfermedades-en la medida de sus fuerzas-, el dolor que acude rápido a nuestra alma será siempre más llevadero. Nosotros-los mortales-que somos meros pasajeros en tránsito, buscaremos siempre aquello que nos une con nuestros semejantes: el mismo origen, el mismo hábitat, el mismo destino…; y olvidaremos lo que nos diferencia: religión, xenofobia, racismo, idiomas diferentes, pobreza…

Nuestra cotidiana vida se está convirtiendo día a día en un creciente mundo de temores que nos amenazan: Miedo a morir, miedo al dolor, miedo a perder la cabeza…Son muchos miedos juntos que, según los expertos en la materia, erosionan nuestros cerebros terriblemente, y nos hacen pensar en la erosión que está sufriendo el ecosistema, la proliferación de las armas nucleares–el último caso al respecto lo está protagonizandoIrán, que trata de conseguir, y lo conseguirá bombas nucleares de destrucción masiva–,el terrorismo que corre por todo el Globo Terráqueo, la lucha para conseguir dinero y poder al precio que sea, tráfico y venta de órganos humanos sacados a cuchillos muertos de los cuerpos de inocentes criaturas–raptadas o vendidas por sus propios padres–.

Sin presente y sin futuro, necesariamente, la vida en la vejez tiende a refugiarse en el pasado: ¡Qué tristes perspectivas de vida se avecinan para las personas mayores! Pienso, muchas veces, que es provechoso reírse de un mismo e, incluso, de nuestra propia sombra: de esta manera descubro lo poco que sé, y lo mucho que me queda por aprender.

Y a todo esto llamamos cultura, globalización, democracia, derechos humanos… Todos son miedos y mentiras, todos son mentiras y miedos que marchan unidas en un perfecto engranaje que nadie sabe a dónde nos conducirá. Son el bien y el mal juntos, hermanados, que se dan la mano para pasear por estos mundos de Dios, y que siembran de crespones negros, a modo de agujeros, la geografía universal. Quizá estemos ciegos de soberbia, quizá hemos olvidados derramar lágrimas vírgenes, quizá vamos encarando un mundo sin control ni norma alguna bajo el signo de los políticos corruptos.

Nuestra actual sociedad se ha olvidado de nuestros niños y ancianos, ignorando que los últimos han sido ya los primeros y, si Dios quiere, los primeros serán los últimos. Y es que nuestras universidades utilizan medios educativos trasnochados, que imparten conocimientos pero se olvidan de forman personas- jóvenes-, que son los verdaderos motores para construir un mundo mejor que el nuestros. La historia así nos lo enseña, y Rubén Darío también en su maravillosa Canción de primavera: “¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! (…)”.

¡Hoy tengo un mal día! ¡Todo lo veo negro! ¡Me duele el corazón!”, solemos decir, como si dicha víscera muscular fuera capaz de detectar dolores. Dentro de estas afirmaciones y otras similares llevamos inserto un mundo de miedos (fobias, muchas veces): miedo al amor, al infarto de miocardio, al cáncer, al Sida (Síndrome de Inmune-Deficiencia Adquirida), miedo a perder la cabeza, miedo al sufrimiento, miedo al dolor…: tantos miedos juntos crean barreras, barreras en nuestro intelecto. Todos estos temores que nos amenazan-en los prolegómenos del siglo XXI-al mismo tiempo, nos conducen inevitablemente al gran miedo que todos llevamos dentro: nuestro miedo a la muerte.

Las luces y sombras de nuestros miedos serán nuestros fieles compañeros a lo largo de nuestras vidas-cortas o largas, largas o cortas-: personajes, gestos y máscaras somos los humanos en este ‘Gran Teatro del Mundo’: es la muerte que siempre espera… Al nacer, sin duda, se nos asignan los libretos que hemos de representar para bien o para mal: a partir de entonces, cada uno ha de cargar con su correspondiente pesada piedra de molino. Ninguno de nosotros será profeta en su tierra, buscando nuestro asiento definitivo en tierra de nadie: en nuestro sepulcro correspondiente seremos tan sólo un número: el 666…es la Marca_de_la_Bestia .

Las luces y sombras de nuestros miedos…es la muerte, que pronto llega, y cuando, a partir de ese momento, las luces y las sombras se instalan en nuestros cerebros…llenos de miedos a lo desconocido. En fin, el hábito que crea el miedo -en nuestros cerebros-, nos hace proclives a contraer una enfermedad muy frecuente en nuestros días: la tan traída y llevada ‘depresión’…

¡Ya… me encuentro solo! De regreso, y cuando me hallo en mi casa, sobre la una de la madrugada, solamente escucho el ruido al paso de los últimos coches -sus ruedas-. Doy dos vueltas al cerrojo de la puerta –¡hay tantos ladrones hoy en día!–, y busco silencio –mi silencio– en mi soledad. El día ha sido francamente penoso: hablar con amigos que no lo son, saludar a personas que casi no conozco, recomendar a ciertos jóvenes –tunantes por naturaleza– que se presentan a oposiciones del Estado (lo cual hice por mero compromiso, aunque no puse mucho interés en tales recomendaciones, y entiendo que resultarán ineficaces), escuchar mentiras que luego se convertirán en verdades.

Siento, a veces, las pisadas de alguien que camina cerca de mí, y creo –ilusión pérdida– que me están espiando, que saben –algo o todo– de mi cita que tuve ayer con la señorita… por así llamarla, dado que esta casada, con marido y escopeta, con escopeta y marido. No tropecé con almas que amé –hombres y mujeres, compañeros míos–, porque habían fallecido. Y pensar que pude haber sido el último hombre/mujer sobre la tierra, si al salir por la mañana temprano la ciudad estuviera ya muerta… Y pensar que pude haber sido el último hombre/ mujer sobre la tierra… sin llegar a tener el tiempo necesario para escribir mi último poema. ¡Día infeliz el por mí pasado!

Porque cuando apago la luz de la mesita de noche, al objeto de dormir unas pocas horas (con mi edad son pocas las horas de sueño, que se aprovechan), mi cerebro, que no duerme –y saliendo de la noche oscura de mis pensamientos– entre sueños y ensueños, me habló: de los peces de mil colores; de la mujer asesinada por su pareja sentimental sin que nadie ponga solución efectiva a estas muertes violentas; de la discusiones encontradas en relación con las corridas de toros (para mí ‘los toros’ son una fiesta, y una muerte claro está, respetando las ideas discrepantes al respecto); de la mezcla de sangres distintas entre los contrayentes de la futuras monarquías (genes que cuentan) y de los falsos profetas Zapatero y Rajoy.

La Coruña, 5 de noviembre de 2011

© Mariano Cabrero Bárcena es escritor

EL ATELIER DEL ARTISTA

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Mis saludos al ‘Atelier del artista.
La Coruña, 5 de noviembre de 2011
Mariano Cabrero Bárcena