Coversaciones de personas desconocidas

Dos mujeres en un bar,Pablo Picasso(1901)

Conversaciones de personas desconocidas, que abren sus corazones voz en alto, y a pecho descubierto, porque son artificios necesarios para expresar sus penas y alegrías-sombras y luces que nos acontecen-, como gotas de lluvia interminables caídas del cielo, y que se desarrollan en cualquier cafetería de la vida moderna-con sus prisas y sinsabores-, proclamando a los cuatro vientos el sentido de libertad tan ansiada, esperada y bienvenida: son los encuentros y los desencuentros entre nosotros los humanos habitantes del Planeta Tierra.

Al laberinto de eventualidades y miserias-que es la vida-, se asoma uno cada día del año, siendo uno testigo involuntario…de estas ‘conversaciones de personas desconocidas’, y todo consiste en saber escuchar a nuestros semejantes e intervenir -si procede-en éstas. Todos los seres humanos agradecemos sobremanera ser escuchados, que no comprendidos, pues desahogamos nuestros maltrechos corazones-del día a día-,y no hay nada más que dejar pasar el tiempo, que todo lo cura, o, al menos, lo mitiga en largo sufrimiento que es la vida misma.

Puede ser que los humanos (sobre todo los españoles)…tengamos la mala costumbre de escuchar ´conversaciones de personas desconocidas’, puede ser que sea habitual muchas veces hablar voz en alto en lugares público y concurridos (¿Afán de sobresalir por encima de los demás?), puede ser que vivimos incomunicados en este mundo tan bien y tan mal informado en muchas ocasiones, pueden ser tantas cosas…

Ocurrió hoy viernes y por la tarde. Era la hora de entrada a los cines de mi barrio. Me había sentado en la cafetería de siempre para leer el libro de turno. Levanté la mirada del libro unos instantes y pude comprobar que una joven muchacha se movía de un lado para el otro-sus ojos anunciaban cansancio y su ropa aparecía bastante manchada del trajín de todo el día. Repetía una y mil veces: “un café solo, un agua sin gas, un cortado y uno con leche, dos donuts, dos sándwiches, un chupito de whisky…”.Era ésta un tarde pesada y larga, como un día ya cansado de tanta lluvia caída sin ton ni son. La joven camarera preguntaba una y otra vez: qué va usted a tomar, el café con azúcar o sacarina, las patatas fritas con sal o sin ella…Casi no miraba la cara de los clientes, pero ellos si se fijaban en ella: era joven, alta y hermosa…como esas mujeres que quitan el hipo, ya no a mí porque soy un viejo y tengo poco hipo, pero viejo y todo sigo siendo soñador; un soñador hasta el final de mis días, minutos, segundos…quizá.

No obstante, la chica que -era joven, alta y hermosa-, y que ‘casi no miraba a la cara de los clientes’, pero ellos sí se fijaban en ella, se estaba besando con su novio de turno: un beso fuerte pero amoroso. Comprendí entonces que ellos eran los mejores y únicos protagonistas de este inolvidable momento: el mundo, su mundo por venir estaba a mil años luz-pensamos cuando somos jóvenes. Volví releer mi libro ‘Cien años de soledad’ para quedarme realmente solo…

En otra cafetería que me senté ocurría otro tanto de lo mismo: chicas y chicos veinteañeros hablaban de películas que habría de presenciar dentro de un rato. Vestían muy bien: ropas caras y de marca, zapatos caros y de marca, pantalones tejanos de renombre, es decir, todo lo sale todos los días del Señor por ‘la tele’, y cosas parecidas. ¿De dónde sacarán tanto dinero para efectuar esta compras?: ¡Cualquiera sabe! Tomé mi correspondiente café y me marché. Está vez me atendió un joven: tenía mordidas las uñas de ambas manos, vestía ropas cansadas por el paso del tiempo y deslucidas. “Gracias”, me dijo. Y le contesté: “de nada amigo”. Volví a seguir leyendo mi libro de turno: “Cien años de soledad” del escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura (1982) Gabriel García Márquez .Entiendo que son muchos años de soledad pero es un gran libro para leer y aprender al mismo tiempo. En este maravilloso libro existen muchas puertas abiertas a la esperanza, por la que todos vivimos y morimos.

Después, al poco, alguien que estaba sentado en la mesa de atrás comenzó a hablar de las mujeres en general, de sus ideales y de sus problemas en la sociedad actual-al comienzo del siglo XXI-, y que éstos surgen cuando ellas son contratadas en la empresas privadas. Seguí escuchando como era mi costumbre, aunque nadie me había dado vela en este entierro…, continúe escuchando.

¡Es verdad! Soy un hombre observador, y disfruto -desde luego- ayudando a mis semejantes. Era la hora de la siesta -que nunca duermo-, y me encontraba sentado en otra nueva cafetería que me sirvió de acomodo. Dos mujeres jóvenes -entre treinta y cinco y cuarenta años- hablaban a voces, como lo hacemos la mayoría de los españoles. Piensa uno que ha escuchado todas las cosas de este mundo. Pero no; siempre surge algo nuevo. “No puedo aguantar más. Fíjate: ayer me dijo- mi jefe- que, si me acostaba con él, me propondría para jefe de sección. Ya sabes, habrá pronto un concurso-oposición de régimen interno por méritos (?)… ¡Qué cara dura!”, le contaba la rubia a la pelirroja. “Pues, si fuera yo, no lo pensaría dos veces. ¡Mira qué…son doscientos cuarenta euros más al mes! ¿Quién iba a enterarse?”, le contestó la pelirroja.

Y es que en las empresas, públicas y privadas, se hayan ya muchas mujeres desempeñando labores propias de los hombres, pero sin perder para nada su identidad femenina. A su lado deambulan desaprensivos, vividores, buscadores de cuerpos-oro suave-femeninos deseados…que acosan sexual y moralmente a las féminas-sean casadas, solteras o viudas-.Pasados unos minutos la rubia quedó sola, pero cómo estamos en democracia, me dijo mi atrevimiento: “Acércate a esa chica, y trata de ayudarla”. “¡Perdone, señorita, mi atrevimiento! No he podido sustraerme a escuchar sus conversaciones y, de verdad, creo que debe denunciarle”, le manifesté.

“Le presto mi reproductor de casetes. Ya ve; pequeño como un paquete de cigarrillos. Métalo en el cajón de su mesa de trabajo, y presione aquí (“Rec”y “Play”) cuando entre ese ‘cazamujeres’ de mente estrecha”, terminé diciéndole. No es prueba suficiente ante los tribunales de justicia, pero si evidencia ética para que le cambien de negociado. “¿Cree que tendré arrestos suficientes para tenderle esta pequeña trampa a ese hijo…?”, me contestó. Claro que sí-le dije-, pues la democracia-sus leyes-le confieren el derecho a defenderse, y belleza le sobra en abundancia pero para ser mujer de un solo hombre: su marido. Pues bien, enseñando a un sinvergüenza a respetar a las mujeres, respetará a la propia.

Quien ama y respeta a una mujer está amando y respetando al mundo entero. No olvidemos que, si nosotros estamos pernoctando en este valle de lágrimas, se lo debemos a ellas. “La mujer quiere ser amada sin razón, sin motivo; no porque sea hermosa o buena o bien educada o graciosa o espiritual, sino porque es” (Amiel, diario íntimo II).Nos tenían enseñado-en años anteriores-que por el mero hecho de haber nacido hombres, y no mujeres, dominaríamos el mundo: gran error el cometido por nuestros maestros. Hoy por hoy, y a Dios gracias, la mujer/es está/n liberadas para bien o para mal, pero han asumidos todas sus consecuencias. Realmente esta señorita-funcionario, como otras muchas, está- todos los días del año-mendigando honestidad.

La Coruña,17 de octubre de 2011
Copyright Mariano Cabrero Bárcena es escritor

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